Esa Bendita Paciencia
>> martes, 27 de septiembre de 2011
Amo a mis hijas más que a nada en el mundo, disfruto de cada una de sus locuras, inventos, juegos. Me emociono fácilmente escuchándolas conversar, cuando me cuentan sus historias inventadas, cuando me cantan o simplemente cuando me dicen que me aman. Sufro con ellas cada vez que sienten pena, cada vez que lloran con ese llanto que sale desde lo profundo de su diminuto ser, cada vez que se aferran a mí porque sienten miedo o porque simplemente quieren sentirme cerca.
Por momentos me quedo pegada mirándolas, y me pregunto en que momento crecieron tanto…
Con mis niñas he desarrollado una paciencia que no tiene límites, es raro que me enoje harto, que me salga de mis casillas y que necesite salir 5 minutos para tomar un poco de aire y respirar profundo para evitar retarlas más golpeado de lo que quisiera.
Pero desde hace unos días no sé si por cansancio, o porque efectivamente están desobedientes y haciendo más travesuras que nunca siento que mi “Don más preciado” ha bajado considerablemente los decibeles y he tenido que salir en más de una oportunidad a tomar aire con unas ganas enormes de largarme a llorar y dejar que hagan lo que quieran para evitar los llantos falsos fuertes y prolongados, los gritos, y una actitud en particular que detesto, que pensé que había erradicado por completo pero que para mi sorpresa ha vuelto: los escupos!
Mis princesas se sienten grandes y por lo tanto creen tener la razón y la autosuficiencia para hacer todo solas y a su antojo. Efectivamente hay cosas en que cedo en que las dejo ser independientes, pero hay otras en que “tengo” que ser firme, porque quiero educarlas bien, porque quiero lo mejor para ellas, porque YO soy la adulta y porque NO quiero que el día de mañana mis princesas adorables se conviertan en dos pendejas malcriadas que nadie soporta.
Siento que esta situación ha sido lo que más me ha costado de estar lejos de mi esposo, el por momentos verme agotadamente sobrepasada sin poder pasarle la “pelota” a otro. Cosa que me molesta, y me da rabia conmigo misma porque me cuestiono y pienso que estoy haciendo las cosas mal.
A ellas no les gusta cuando me enojo, y me dicen "que nunca más se van a portar mal pero por favor mamita no te enojes", palabras que llegan al fondo de mi corazón y sólo me hace querer abrazarlas con la lagrima al borde del ojo, pero me mantengo firme, les digo que las amo con un tono semi/frio y sigo con mi postura “seria” para que entiendan que hay cosas que simplemente NO se deben hacer.
Aunque cuando se duermen las beso con una mezcla de sentimientos pidiéndoles que el día de mañana sea un mejor día para ellas y para mí…