Viajes mágicos
>> miércoles, 28 de diciembre de 2011
Adoro leer, me encanta imaginar a los personajes, los lugares, los olores, los libros me absorben de tal manera que me vuelvo parte de las historias mezclándome con los sentimientos de cada uno de los participantes. Por estos días me encuentro leyendo un libro sobre Cuba y juro que cada noche es un placer transportarme a esas playas caribeñas de arenas finas y blancas e imaginarme que la brisa del mar y un viento tibio golpean mi cara…
El amor por los libros se lo debo a mi madre, quien en los veranos de mi infancia se encargaba de hacerme leer al menos un libro y todas las tardes tenía como tarea escribir copias y practicar la caligrafía para mejorar mi ortografía que era bastante paupérrima. Recuerdo que lo hacia al principio con un poco de desagrado, hasta que sin darme cuenta me enamoré de las letras y siendo aún una niña empecé a buscar yo misma los libros que quería leer durante mis vacaciones, hoy me alegra que mi mamá se haya preocupado de incentivar esa área. Uno de los primeros libros que yo elegí fue Papelucho que leí y re leí muchas veces, disfrutando sus aventuras como si fuera la primera vez que las leyera. Tenia también un libro de poemas que andaba siempre conmigo, tenia marcadas las frases que más me gustaban y estaba todo desarmado de tanto que había sido usado, me conocía de memoria todos los poemas.
He querido traspasarles esta pasión a mis hijas y poco a poco hemos ido descubriendo maravillosas historias que he disfrutado mucho leerles y que ellas han disfrutado escuchar, he aprendido a conocer sus gustos, a darme cuenta cuando enganchan con un libro o cuando en verdad no hay onda y prefieren dormirse o conversar de otra cosa prestando cero atención a lo que les estoy o mas bien estoy tratando de contarles.
Cautivar a mis princesitas con la lectura no pasó de la noche a la mañana, pero llevamos parte del camino avanzado, han aprendido a cuidar los libros (los propios y los que llevo de la biblioteca) saben que hay que tratarlos con amor porque son un “tesoro” y por lo tanto no se pueden rayar ni romper. Cuando llega la hora de meterse a la cama siento que es un momento que a diferencia de muchos niños les gusta, nunca hay una pelea o una pataleta al contrario, contentas elijen un libro y nos acostamos las tres muy cerquita para comenzar nuestro viaje donde me cuentan lo que les llama la atención, me preguntan sobre la historia, sobre los personajes hasta que llegamos al final despidiéndonos hasta la próxima noche, apagamos la luz y haciéndonos cariñitos nos quedamos dormidas…
Es nuestro espacio, no existe apuro ni tiempo, somos las tres y el libro de turno que todas las noches nos invita abrocharnos el cinturón para dar un viaje por los más variados y mágicos lugares.
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