De vuelta al trabajo…

>> lunes, 6 de septiembre de 2010


Siempre me consideré una mamá moderna, reconozco que fui feliz en la casa cuidando de mis pequeñas los 6 meses que estuvimos juntas, pero la verdad es que en el último tiempo ya quería volver a trabajar, salir de la casa, respirar, tener unas horas para mí. Así que decidimos que pondríamos a las niñas en la sala cuna, que queda en el mismo lugar donde trabajo, por lo que podría ir a verlas cuando quisiera y podría seguir siendo yo quien las alimentara.

Nunca entendí a esas mamás que lloraban cuando dejaban a sus bebés en el jardín, encontraba que eran exageradas, como tanto escándalo? si los niños se quedaban con profesionales que estudiaron para darles los mejores cuidados. Ahhh no, yo no sería así, No! estaba convencida que era lo mejor para ellas y para mí, mis pequeñas compartirían con mas niños y yo podría volver a retomar mis actividades.

Les marqué la ropa con sus nombres, grave error, ya que cuando llegó el día les puse toda la ropa cambiada (como consejo es suficiente con marcar solo los apellidos), Leticia tenia la ropa de Noelia y Noelia la de Leticia pero bueno era un detalle en un día tan importante. Mi esposo nos fue a dejar, íbamos contentos, entusiasmados, seguros que lo que estábamos haciendo era lo correcto, haaaaaaasta que me obligaron a entregarle a MIS PRINCESAS a una total desconocida!!! Digo que me obligaron porque cuando la tía de una forma muy amable me pedía que le pasara a la niña que cargaba, yo sentía que tenía las manos pegadas a mi bebé. El corazón se me hizo trisas, mi modernismo se fue a las pailas y me sentí la peor madre del mundo! Me puse a llorar a sollozos y le decía que no podía entregársela, así hubo un pequeño tira y afloja, pero mis manos no podían soltarla lo juro! Cuando por fin la entregue automáticamente agarré a mi otra princesa y volvió a suceder lo mismo, hasta que ya resignada la entregué también. Me fui llorando desconsoladamente a mi oficina, quería llamar a cada minuto para saber cómo se encontraban mis niñas y estuve contando los segundos para poder ir a verlas.

Cuando llegué al jardín a media mañana (yo sentía que habían pasado meses sin verlas), el panorama no fue mejor, ellas habían llorado toda la mañana y me recibieron con una sonrisa acompañada de un suspiro de sollozo, el que hizo que me volviera a sentir podrida y mala mamá, me puse a llorar nuevamente con hipo aferrada a la primera bebé que me pasaron para alimentarla (ni siquiera me acuerdo quien era), la tía de una forma delicada y amorosa me explicaba que era un proceso adaptarse, que tomaba algunos días pero que ellas estarían bien, claro no era su hija la que estaba sufriendo!!! las otras mamás me miraban con cara de pena diciéndome que ellas habían pasado por lo mismo, pero yo no oía a nadie, solo pensaba la forma de agarrarlas y llevármelas para volver a encuevarme de nuevo con mis niñas hasta que estuvieran listas para casarse, desgraciadamente no podía hacerlo… y luego de varios días de llanto tanto de ellas como mío me fui dando cuenta que efectivamente era un proceso, vi como mis niñas se quedaban felices con sus tías, a las que les tomé mucho cariño y se convirtieron en un tremendo apoyo (hasta el día de hoy), mis bellas ya no lloraban, incluso me decían chao con la mano. Mis princesas estaban grandes y se habían convertido en todas unas escolares y yo había dejado de ser Doña Florinda para volver a ser una mujer productiva durante unas horas, aunque secretamente contaba las horas para ir a buscar a mis niñas y volver a ser lo que tanto me gustaba, mamá…

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